lunes, 25 de marzo de 2013

DIOSES - MITOS

DIOSES Y DEIDADES


Cuando pretendemos comprender los orígenes de la humanidad, vemos que de alguna forma está ligada a un mentor y en torno a este se geste toda la idea de la creación.  Esto siempre se ve en las diferentes culturas y permanece a través de los tiempos porque el conocimiento de esto se hace a través de una transmisión oral.

De igual forma estos seres superiores cuentan con aliados a quienes les delega el control de los fenómenos, estos seres tienen casi las mismas capacidades que el ser superior y es así como han aparece en las diferentes religiones o vista del mundo los dioses, ángeles, o seres iluminados.

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RELACIÓN DE LAS DEIDADES Y LA HUMANIDAD
Para la mayoría de los católicos en el libro del génesis encontramos a los primeros hombre y las primeras mujeres (adan y eva), quienes fueron creados por un ser superior Dios y a este se le debe obediencia entonces se vuelve un referente para la humanidad y en torno a él se construye todo lo intrincado de la fe. 

Según los yoruba (Nigeria y República de Benin) Olorum, el Dios del cielo se conoce como Oduduwa, fue quien creo todo lo necesario a través de un animal doméstico como la gallina creo el árbol de las diez y seis tribus desendientes y es Oduluwa quien se le debe rendir toda la obediencia.

Según los bantú (Centro-África) En el reino de la oscuridad Bumba vivía solo. Estaba tan triste que se sintió agitado en su interior por un terrible dolor de estómago. De la primera náusea Bumba vomitó el Sol, iluminando así el universo. El calor del sol provocó que la tierra disuelta en el agua se secase en algunas partes. Cuando llegó la noche, la oscuridad volvió a reinar, por lo que Bumba se volvió a sentir mal, vomitando entonces la luna y las estrellas para que la noche tuviera también su luz. Bumba siguió vomitando durante el día y la noche, apareciendo entonces nueve criaturas: un leopardo, un águila, el cocodrilo, un pez, una tortuga, el rayo, una garza, un cabrito y un escarabajo. Al fin, Bumba vomitó al hombre, millones de ellos, uno blanco como él, llamado Yoko Lima, y el resto negros porque fueron vomitados en la noche, y todos ellos se procrearon y se extendieron por todos los territorios.

Los orígenes según los griegos Antes del mar, de la tierra y del cielo que todo lo cubre, la naturaleza tenía en todo el universo un mismo aspecto indistinto, al que llamaron Caos: una mole informe y desordenada. Y aunque allí había mar, tierra y aire, la tierra era inestable, las aguas innavegables y el aire carecía de luz. Nada conservaba su forma, y unas cosas obstaculizaban a las otras, porque dentro de un mismo cuerpo lo frío se oponía a lo caliente, lo húmedo a lo seco, lo duro a lo blando, y lo que no tenía peso a lo no pesado. Entonces un dios separó el cielo de la tierra y la tierra de las aguas, y dividió el cielo puro del aire espeso. Cuando hubo desenredado estas cosas, y las hubo separado en lugares distintos, las entrelazó en pacífica concordia. El fuego surgió resplandeciente, y ocupó su lugar en la región más alta; próximo a él por ligereza y por el lugar que ocupa estaba el aire. La tierra, más densa que los anteriores, absorbió los elementos más gruesos, y quedó comprimida por su propio peso y el agua, fluyendo alrededor, ocupó los últimos lugares, y rodeó la parte sólida del mundo. Después ordenó a los mares que se expandieran, y rodearan las costas que ciñen la tierra. Añadió también fuentes, estanques inmensos y lagos, y contuvo entre orillas a los ríos. También ordenó que se extendieran los campos, se hundieran los valles, se cubrieran de hojas los bosques y se elevaran las montañas de piedra. Apenas había acabado de dividir todas estas cosas con límites bien definidos, cuando las estrellas, que durante largo tiempo habían permanecido apresadas en una ciega oscuridad, empezaron a encenderse y a centellear por todo el firmamento. Y para que ninguna región se viese privada de sus propios seres animados, las estrellas y las formas de los dioses ocuparon la superficie celeste, las olas se adaptaron a ser habitadas por los brillantes peces, la tierra acogió a las bestias y el blando aire a los pájaros. Pero todavía faltaba un animal más noble, más capacitado por su alto intelecto, y que pudiera dominar a los demás. Y así nació el hombre bien porque el artífice de las cosas lo fabricara con simiente divina, o bien porque la tierra que aún conservaba en su interior alguna semillas del cielo junto al que había sido creada, fuera mezclada con agua de lluvia, plasmando con ello una imagen a semejanza de los dioses. Y mientras los demás animales miran al suelo cabizbajos, al hombre Dios le dio un rostro levantado y le ordenó que mirara al cielo, y que, erguido, alzara los ojos a las estrellas.

Según los húngaros Al principio no había tierra, ni animales ni plantas. Al principio sólo existía el Mar Sagrado, con sus eternas olas siempre en movimiento. Pero en las alturas, en una casa dorada, y sentado siempre en su trono de oro, vivía también el Gran Padre de los Cielos. El anciano, de barbas y cabellos blancos, cubierto con unas vestiduras negras recubiertas de miles de estrellas centelleantes, tenía siempre a su lado a su mujer, la Gran Madre Celestial, que se vestía con blancas vestiduras que también quedaban cubiertas por miles de estrellas. El Padre y la Madre Celestiales habían vivido desde el principio de los tiempos, y vivirían hasta el final de los mismos. Los padres celestiales tenían un hijo de cabellos dorados: el Dios Sol. Y fue éste el que un día le preguntó a su Padre:
- ¿Cuándo crearemos el mundo de los humanos, mi querido padre?
A lo que el padre, después de mucho pensar, respondió:
- Mi querido hijo, tienes razón. Creemos un mundo para los humanos y así ellos, que serán tus hijos, tendrán un lugar en el que vivir. –

Los orígenes según los vikingos Al principio, érase el Frío y el Calor. El frío era Nilfheim, un mundo de oscuridad, frío y niebla. El calor era Muspell, el mundo del eterno calor. Entre estos dos mundos existía un gran vacío con el nombre de Ginnungagup. En Ginnungagup surgió la vida al encontrarse el hielo de Niflheim y el fuego de Muspell. De este encuentro entre el frío y el calor nacieron primero el ogro Ymer, el dios del hielo y después la vaca llamada Audumbla. Ymer se alimentaba de la leche de Audumbla pues en el abismo no existía alimento alguno. Del sudor de Ymer nació una pareja de gigantes, los llamados gigantes de hielo o yotes y de sus pies un hijo. Audumbla, también hambrienta lamió un bloque de hielo, y al fundirlo con su lengua surgió el primer hombre, Bure, enterrado desde épocas antiguas en los hielos perpetuos. El hijo de Bure se casó con la hija de un yote, y juntos tuvieron tres hijos: Odin, Vile y Ve que representan el espíritu, la voluntad y lo sagrado. Odin y sus hermanos mataron a Ymer y trasladaron su cuerpo al abismo para construir a partir de él un mundo habitable. Con la piel de Ymer crearon la tierra a la que llamaron Midgård. De su sangre surgió el mar, de sus huesos las montañas, de sus dientes los acantilados, de su pelo los bosques, de su cerebro las nubes y de sus cejas un muro alrededor del inhabitable exterior. Los dioses, con el cráneo de Ymer, crearon el cielo y para que no se derrumbara sobre todo lo demás creado, lo mandaron sostener por cuatro enanos. Estos se llamaban Nordri, Surdri, Westri y Austri y hoy se les conoce como puntos cardinales. Los dioses, mientras terminaban la tarea de crear Midgård, observaron que la piel de Ymer comenzaba a arrugarse y que de ella surgían pequeños gusanos. Los dioses pensaron que sería una oportunidad para crear a partir de ellos, los pueblos que habitarían el nuevo mundo y les otorgaron la inteligencia. Los hombres actuales, procedemos de estos seres primeros, pero nuestra capacidad para pensar es mucho más reducida

A Los orígenes según los cheyennes (Norte de América) Al principio no había nada. Todo estaba vacío y Maheo, el Gran Espíritu, se sentía desolado. Miró a su alrededor pero no había nada que ver. Trató de oír, pero nada había que escuchar. Finalmente, Maheo pensó que su Poder podía tener alguna aplicación productiva y concreta. Creando una amplísima extensión de agua, como un lago, pero salada, comprendió el Gran Espíritu que partiendo del agua podría existir la vida. Después pensó que deberían existir seres que viviesen en las aguas. Primero hizo los peces que nadaban en las oscuras aguas, luego las almejas y los caracoles, que vivían en la arena y en el fondo del lago. Posteriormente fueron apareciendo los gansos, los ánades, los charranes, las focas, y las cercetas, que vivían y nadaban en los alrededores del lago. En la oscuridad, Maheo, podía escuchar el chapoteo de sus patas y el batir de sus alas pero quería verlas. Y una vez más los hechos se produjeron de acuerdo a sus deseos.

Según los jibaros (Amazonas) La tierra, al principio, estaba desnuda y fría. Yus, el dios creador, pensó en vestir la tierra seca con árboles gigantes y pequeñas plantas. Entre las ramas el viento silbaba, lo que recordó a Yus que necesitaba poblar su creación con pequeños animales que silbaran como el viento. Creó así a pequeños animales, como las moscas y otros insectos, serpientes que también silbaban y los pájaros. Junto a ellos colocó pequeños animales que saltaban de rama en rama, muertos de sed. Entonces se dio cuenta de que éstos no tenían agua, por lo que tomó un jarro de oro y derramó el líquido sobre las copas de los árboles, formándose entre ellos primero manantiales y después enormes ríos, poblándose de inmediato de innumerables peces. Miró entonces al cielo y, lanzando su pañuelo a las alturas, cubrió el cielo apareciendo entonces el sol, la luna y las estrellas. Pero Yus no estaba satisfecho con su creación, ya que sus criaturas eran demasiado simples para comprender la grandeza de su obra, por lo que tomó un puñado de barro y modeló una figura de hombre. Luego subió a un gran volcán y sobre su cráter se coció el hombre. Yus dio un soplo sobre la figura para enfriar el cuerpo, dándole así la vida e inteligencia para que se extendiera por la tierra.



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