DIOSES Y DEIDADES
Cuando pretendemos comprender los orígenes de la humanidad,
vemos que de alguna forma está ligada a un mentor y en torno a este se geste
toda la idea de la creación. Esto
siempre se ve en las diferentes culturas y permanece a través de los tiempos porque
el conocimiento de esto se hace a través de una transmisión oral.
De igual forma estos seres superiores cuentan con aliados a
quienes les delega el control de los fenómenos, estos seres tienen casi las
mismas capacidades que el ser superior y es así como han aparece en las
diferentes religiones o vista del mundo los dioses, ángeles, o seres
iluminados.
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Dioses mitos from didierq
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RELACIÓN DE LAS DEIDADES Y LA HUMANIDAD
Para la mayoría de los católicos en el libro del génesis
encontramos a los primeros hombre y las primeras mujeres (adan y eva), quienes
fueron creados por un ser superior Dios y a este se le debe obediencia entonces
se vuelve un referente para la humanidad y en torno a él se construye todo lo
intrincado de la fe.
Según los yoruba
(Nigeria y República de Benin) Olorum, el Dios del cielo se conoce como Oduduwa,
fue quien creo todo lo necesario a través de un animal doméstico como la
gallina creo el árbol de las diez y seis tribus desendientes y es Oduluwa quien
se le debe rendir toda la obediencia.
Según los bantú
(Centro-África) En el reino de la oscuridad Bumba vivía solo. Estaba tan triste
que se sintió agitado en su interior por un terrible dolor de estómago. De la
primera náusea Bumba vomitó el Sol, iluminando así el universo. El calor del
sol provocó que la tierra disuelta en el agua se secase en algunas partes.
Cuando llegó la noche, la oscuridad volvió a reinar, por lo que Bumba se volvió
a sentir mal, vomitando entonces la luna y las estrellas para que la noche
tuviera también su luz. Bumba siguió vomitando durante el día y la noche,
apareciendo entonces nueve criaturas: un leopardo, un águila, el cocodrilo, un
pez, una tortuga, el rayo, una garza, un cabrito y un escarabajo. Al fin, Bumba
vomitó al hombre, millones de ellos, uno blanco como él, llamado Yoko Lima, y
el resto negros porque fueron vomitados en la noche, y todos ellos se
procrearon y se extendieron por todos los territorios.
Los orígenes según los griegos Antes del mar, de la tierra y
del cielo que todo lo cubre, la naturaleza tenía en todo el universo un mismo
aspecto indistinto, al que llamaron Caos: una mole informe y desordenada. Y
aunque allí había mar, tierra y aire, la tierra era inestable, las aguas
innavegables y el aire carecía de luz. Nada conservaba su forma, y unas cosas
obstaculizaban a las otras, porque dentro de un mismo cuerpo lo frío se oponía
a lo caliente, lo húmedo a lo seco, lo duro a lo blando, y lo que no tenía peso
a lo no pesado. Entonces un dios separó el cielo de la tierra y la tierra de
las aguas, y dividió el cielo puro del aire espeso. Cuando hubo desenredado
estas cosas, y las hubo separado en lugares distintos, las entrelazó en
pacífica concordia. El fuego surgió resplandeciente, y ocupó su lugar en la
región más alta; próximo a él por ligereza y por el lugar que ocupa estaba el
aire. La tierra, más densa que los anteriores, absorbió los elementos más
gruesos, y quedó comprimida por su propio peso y el agua, fluyendo alrededor,
ocupó los últimos lugares, y rodeó la parte sólida del mundo. Después ordenó a
los mares que se expandieran, y rodearan las costas que ciñen la tierra. Añadió
también fuentes, estanques inmensos y lagos, y contuvo entre orillas a los
ríos. También ordenó que se extendieran los campos, se hundieran los valles, se
cubrieran de hojas los bosques y se elevaran las montañas de piedra. Apenas
había acabado de dividir todas estas cosas con límites bien definidos, cuando
las estrellas, que durante largo tiempo habían permanecido apresadas en una
ciega oscuridad, empezaron a encenderse y a centellear por todo el firmamento.
Y para que ninguna región se viese privada de sus propios seres animados, las
estrellas y las formas de los dioses ocuparon la superficie celeste, las olas
se adaptaron a ser habitadas por los brillantes peces, la tierra acogió a las
bestias y el blando aire a los pájaros. Pero todavía faltaba un animal más
noble, más capacitado por su alto intelecto, y que pudiera dominar a los demás.
Y así nació el hombre bien porque el artífice de las cosas lo fabricara con
simiente divina, o bien porque la tierra que aún conservaba en su interior
alguna semillas del cielo junto al que había sido creada, fuera mezclada con
agua de lluvia, plasmando con ello una imagen a semejanza de los dioses. Y
mientras los demás animales miran al suelo cabizbajos, al hombre Dios le dio un
rostro levantado y le ordenó que mirara al cielo, y que, erguido, alzara los
ojos a las estrellas.
Según los húngaros Al principio no había tierra, ni animales
ni plantas. Al principio sólo existía el Mar Sagrado, con sus eternas olas
siempre en movimiento. Pero en las alturas, en una casa dorada, y sentado
siempre en su trono de oro, vivía también el Gran Padre de los Cielos. El
anciano, de barbas y cabellos blancos, cubierto con unas vestiduras negras
recubiertas de miles de estrellas centelleantes, tenía siempre a su lado a su
mujer, la Gran Madre Celestial, que se vestía con blancas vestiduras que
también quedaban cubiertas por miles de estrellas. El Padre y la Madre
Celestiales habían vivido desde el principio de los tiempos, y vivirían hasta
el final de los mismos. Los padres celestiales tenían un hijo de cabellos
dorados: el Dios Sol. Y fue éste el que un día le preguntó a su Padre:
- ¿Cuándo crearemos el mundo de los humanos, mi querido
padre?
A lo que el padre, después de mucho pensar, respondió:
- Mi querido hijo, tienes razón. Creemos un mundo para los
humanos y así ellos, que serán tus hijos, tendrán un lugar en el que vivir. –
Los orígenes según los vikingos Al principio, érase el Frío
y el Calor. El frío era Nilfheim, un mundo de oscuridad, frío y niebla. El
calor era Muspell, el mundo del eterno calor. Entre estos dos mundos existía un
gran vacío con el nombre de Ginnungagup. En Ginnungagup surgió la vida al
encontrarse el hielo de Niflheim y el fuego de Muspell. De este encuentro entre
el frío y el calor nacieron primero el ogro Ymer, el dios del hielo y después
la vaca llamada Audumbla. Ymer se alimentaba de la leche de Audumbla pues en el
abismo no existía alimento alguno. Del sudor de Ymer nació una pareja de
gigantes, los llamados gigantes de hielo o yotes y de sus pies un hijo.
Audumbla, también hambrienta lamió un bloque de hielo, y al fundirlo con su
lengua surgió el primer hombre, Bure, enterrado desde épocas antiguas en los
hielos perpetuos. El hijo de Bure se casó con la hija de un yote, y juntos
tuvieron tres hijos: Odin, Vile y Ve que representan el espíritu, la voluntad y
lo sagrado. Odin y sus hermanos mataron a Ymer y trasladaron su cuerpo al
abismo para construir a partir de él un mundo habitable. Con la piel de Ymer crearon
la tierra a la que llamaron Midgård. De su sangre surgió el mar, de sus huesos
las montañas, de sus dientes los acantilados, de su pelo los bosques, de su
cerebro las nubes y de sus cejas un muro alrededor del inhabitable exterior.
Los dioses, con el cráneo de Ymer, crearon el cielo y para que no se derrumbara
sobre todo lo demás creado, lo mandaron sostener por cuatro enanos. Estos se
llamaban Nordri, Surdri, Westri y Austri y hoy se les conoce como puntos
cardinales. Los dioses, mientras terminaban la tarea de crear Midgård,
observaron que la piel de Ymer comenzaba a arrugarse y que de ella surgían
pequeños gusanos. Los dioses pensaron que sería una oportunidad para crear a
partir de ellos, los pueblos que habitarían el nuevo mundo y les otorgaron la
inteligencia. Los hombres actuales, procedemos de estos seres primeros, pero
nuestra capacidad para pensar es mucho más reducida
A Los orígenes según los cheyennes (Norte de América) Al
principio no había nada. Todo estaba vacío y Maheo, el Gran Espíritu, se sentía
desolado. Miró a su alrededor pero no había nada que ver. Trató de oír, pero
nada había que escuchar. Finalmente, Maheo pensó que su Poder podía tener
alguna aplicación productiva y concreta. Creando una amplísima extensión de
agua, como un lago, pero salada, comprendió el Gran Espíritu que partiendo del
agua podría existir la vida. Después pensó que deberían existir seres que
viviesen en las aguas. Primero hizo los peces que nadaban en las oscuras aguas,
luego las almejas y los caracoles, que vivían en la arena y en el fondo del
lago. Posteriormente fueron apareciendo los gansos, los ánades, los charranes,
las focas, y las cercetas, que vivían y nadaban en los alrededores del lago. En
la oscuridad, Maheo, podía escuchar el chapoteo de sus patas y el batir de sus
alas pero quería verlas. Y una vez más los hechos se produjeron de acuerdo a
sus deseos.
Según los jibaros (Amazonas) La tierra, al principio, estaba
desnuda y fría. Yus, el dios creador, pensó en vestir la tierra seca con
árboles gigantes y pequeñas plantas. Entre las ramas el viento silbaba, lo que
recordó a Yus que necesitaba poblar su creación con pequeños animales que
silbaran como el viento. Creó así a pequeños animales, como las moscas y otros
insectos, serpientes que también silbaban y los pájaros. Junto a ellos colocó
pequeños animales que saltaban de rama en rama, muertos de sed. Entonces se dio
cuenta de que éstos no tenían agua, por lo que tomó un jarro de oro y derramó
el líquido sobre las copas de los árboles, formándose entre ellos primero
manantiales y después enormes ríos, poblándose de inmediato de innumerables
peces. Miró entonces al cielo y, lanzando su pañuelo a las alturas, cubrió el
cielo apareciendo entonces el sol, la luna y las estrellas. Pero Yus no estaba
satisfecho con su creación, ya que sus criaturas eran demasiado simples para
comprender la grandeza de su obra, por lo que tomó un puñado de barro y modeló
una figura de hombre. Luego subió a un gran volcán y sobre su cráter se coció
el hombre. Yus dio un soplo sobre la figura para enfriar el cuerpo, dándole así
la vida e inteligencia para que se extendiera por la tierra.
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